Reencuentro

Perdido en algún rincón de mi memoria hallé un recuerdo que llevaba tiempo buscando. Me había acostumbrado a imaginar el interior de mi cabeza como una maraña intrincada de oscuros túneles interconectados, superpuestos, llenos de vías de escape y aliviaderos en los que se podían esconder pensamientos e ideas con una habilidad pasmosa.

Con el tiempo había descubierto que tratar de adentrarme en aquel laberinto sin otra ayuda tan solo me proporcionaba la frustración de quien deambula sin ser capaz de encontrar el camino correcto hacia el lugar donde se dirige, lo cual no es mucho mejor que no saber en absoluto a dónde ir.

Intenté trazar un mapa con los más variados métodos y con la ayuda de diversos instrumentos. Pretendiendo adentrarme lo más profundo posible, traté primero de introducir luz y luego de acostumbrarme a la oscuridad. Recurrí a expertos que se habían aventurado antes por semejantes recovecos.

Todo fue en vano.

Y un día -como ocurre tantas veces con algún objeto- lo encontré mientras buscaba otra cosa. Lo curioso es que en aquel momento no lo estaba haciendo en mi cabeza, sino en la tuya.