Derrota

 
Derrota

Sin haber esperado a que anocheciera, los hombres que habían sobrevivido emprendieron la marcha hacia el sur, cabizbajos y cansados, con las señales de la lucha marcadas en sus rostros.  Sabían que tenían los días contados y sin duda se reflejaba en su ánimo apagado, taciturno, y en el silencio apenas roto por alguna tos.  No había lamento, sin embargo.  Tan solo una resignación desganada.

El fantasma de la derrota flotaba sobre aquel grupo de hombres despojados de ilusión pero que conservaban la actitud tranquila, serena.

Caminaron durante diecisiete días, entre el polvo y el calor primero y después bajo la lluvia hundiendo sus pies en un lodo parduzco.

Después encontraron un páramo resguardado por su cara norte, presidido por una monumental roca que el tiempo había dejado erguida y desafiante semejando un ídolo austero tallado a capricho de una mano invisible .

Allí se establecerían, levantarían nuevas casas y cultivarían las tierras más fértiles cercanas al río a sabiendas de que estaban condenados a desaparecer uno tras otro.

Hasta que el último de ellos dejase todo aquello a merced de la ruina y el olvido, recordarían la tarde en que el destino de aquel pueblo fue sentenciado con el sacrificio de sus mujeres.