Tristeza

No podía quitarme de la cabeza su expresión de angustia, ni las palabras que usó a continuación.

La desesperación que sentía, la ansiedad, el ejército de agujas clavadas en la cabeza, el vientre encogiéndose sobre sí mismo y la sensación de completa irrelevancia en el mundo se hicieron también mis compañeras.

La luz del sol, antes aliada, pasó a convertirse en una dolorosa tortura para los ojos.

Incapaces de digerir la tristeza, nos indigestamos de ella hasta que en un determinado momento, fundidos en un fuerte abrazo, comenzó a disolverse y se escapó en un sonoro eructo. Puso cara de circunstancias, y los dos nos reímos a carcajadas.