Sopla

Me dijiste “sopla”, de una manera que parecía que el hacerlo de la manera correcta podría alejar todas las preocupaciones. Y así fue.

Te di un beso en la mejilla justo antes de sacar de mis pulmones el aire con toda la fuerza que me fue posible, y entonces sonreíste con un gesto de inocente felicidad.

Creo que habías pedido un deseo. Pero las normas de estas cosas dicen que no se puede preguntar sobre eso.

Por todo lo que vino después, diría que se cumplió. Aun no se ha borrado esa sonrisa de tu cara y ya nunca más he vuelto a pensar en aquellas preocupaciones.

Sopla!
Sopla!