Recuperando (micro)relatos

Allá va una terna de microrrelatos ya un poco antiguos, recuperados de una copia de seguridad.  No son gran cosa, pero el hecho de creerlos perdidos hace ya años y conseguir recuperarlos, me inspira a ponerlos a salvo esta vez. 

Chamusquina

            No recordaba el momento exacto en que empezó a olerle a quemado, pero sí sabía que había sido antes de salir de casa, porque estuvo dando vueltas de habitación en habitación para comprobar que  su piso no ardía. 

Tras ello, antes de marcharse a trabajar, se asomó al patio interior y comprobó que el olor a chamusquina no venía de la casa de ninguno  de sus vecinos.  Al salir a la calle siguió oliendo a quemado, y lo mismo ocurrió cuando se subió al metro. 

En algunos momentos le pareció ver humo escapando para que nadie lo viese.  También en su oficina había olor a quemado, y lo notó también cuando se fue de compras a última hora de la tarde, así que terminó por suponer que toda la ciudad se estaba consumiendo poco a poco frente a la indiferencia o el desconocimiento de todos sus habitantes.

 Ninguno de esos habitantes se atrevió a decirle a aquel hombre que le salía humo por las fosas nasales, por mucho que pudiera interesarles saber cómo había hecho para prenderse fuego a los pelillos de la nariz.

1 de mayo de 2007

 

INERCIA

            Sin ti le faltaba algo.  Sin ti no era capaz de conciliar el sueño.  Sin abrazarte tenía miedo de los días que estaban por venir.   Sin ti se retorcía en una cama vacía y se apagaba poco a poco.  Sin tu permanente sonrisa perdía la suya y sin tu silencio no tenía a quien hablarle.  Así que te rescaté y te devolví a su habitación.  Lo habría hecho antes si hubiera sabido que lo único que le pasaba era que le faltaba su querido oso de peluche.

Abril de 2007

ALIENNACION

            Quise ser funcionario para ver si así cumplía alguna función pero nunca me dieron ningún papel, así que pronto me vi cobrando un sueldo con dos extras, trienios y cuatro horas para el café sólo por ser ario.  Debió de ser más o menos por entonces que, pese a que siempre había comido de todo, empecé a odiar las judías y, como no conseguía terminarlas, comencé una cruzada para exterminarlas de mi lista de la compra, que desde ese momento  empezó a parecerme más inteligente que nunca, lo cual no tenía mucho mérito teniendo  en cuenta que nunca siempre ha sido un poco corta.  Así fue cómo lo que empezó con una simple oposición acabó convirtiéndose  en un  negativo odio al que solo le faltaba una raíz para hundirse en lo más profundo y convertirse en un odio irracional. 

Febrero/Marzo de 2007