Bailarines

Bailarines

Un grito agudo y prolongado ha despertado a Alberto de su sueño de forma súbita, convirtiendo aquella realidad en una ilusión, apenas siquiera un recuerdo que se afana en repasar con la intención de no dejarlo escapar.

Bailaba con una mujer un vals inglés en un enorme salón de aspecto clásico. La música flotaba en la estancia como una niebla sonora que los acariciaba con su ritmo y su melodía. Él completaba su pijama de franela con una pajarita y unos brillantes zapatos negros, y ella danzaba descalza enfundada en un vaporoso vestido de color claro y finísimos tirantes que dejaban sus hombros prácticamente descubiertos. Unos hombros sobre los que caía su melena, perfumando a su alrededor con una fragancia que él intenta evocar en su duermevela, persiguiéndola ahora entre las volátiles fronteras de lo ilusorio como lo hacía justo antes de que el grito le despertase, cuando acercaba sus sentidos cada vez más al origen de aquel perfume sin dejar de bailar, en un ejercicio que requería de delicada harmonía.

Lucía también ha despertado bruscamente en medio de la noche. Instintivamente se lleva la mano al foco de su dolor. Se levanta a por un vaso de agua intentando no apoyar su quejumbroso pie derecho que, piensa, de repente duele como si alguien lo hubiera atropellado con unos grandes zapatones.