Fragmentos (C.5)

[…]íbamos camino de ello.

Tras el hallazgo de la foto, imposible sin el paseo anterior, reemprendí el buceo por los archivos de Alejandro con un renovado ánimo. Fue entonces cuando comencé a leer lo que había estado escribiendo. Me había prometido que sería el primero en leerlos y tras su desaparición había estado flotando sobre tal responsabilidad, barajando en mi cabeza aquella promesa. Si leer con verdadera atención es un acto prácticamente tan absorbente como escribir, ser quien pone la mirada por primera vez sobre unas palabras tal vez condenadas a perderse requiere una fuerza interior que no consiguiera encontrar hasta entonces.

En los cuadernos donde se apelotonoban palabras en verde, en las hojas impresas y en las que lucían la inconfundible pisada del metal percutido a través de la cinta de una máquina de escribir –que no conseguí encontrar por ninguna parte de la casa- Alejandro había ido dejando trocitos de su alma, escondiéndose sin querer.

El primero de la pila apenas ocupaba un folio con la minúscula tipografía de la máquina de escribir. Era una sencilla historia de un encuentro repetido, de un amor imposible, que de alguna manera tenía la potencia gráfica de sus mejores imágenes y un singular poder evocador capaz de transmitir toda clase de sensaciones.
Algunas palabras tachadas a base de mecanografiar sobre ellas otras letras diferentes hasta convertirlas en borrones ilegibles a punto de atravesar el papel daban cuenta de los cambios que la habían ido haciendo más fiel, dotándola de un influjo sugestivo que me dejó saboreando cada palabra exacta, revolviéndolas y repasándolas todas de nuevo intentando discernir si aquella historia había enraizado en mi mente por la precisión con que había sido tejida o si de alguna forma Alejandro había entrado en ella y la había arrancado para luego amasarla con mimo y devolverla sobre un papel.

Aquella era solo la primera historia de todas las que había dejado y cuando me encontré deseando preguntarle a Alejandro por ella comprendí por qué no había querido que las leyera entonces. No iba a aceptar interrogatorios por sus relatos, en todo caso éstos serían el inicio de uno donde él no iba a estar presente.
Y así, al tercer día, me di cuenta que iba a quedarme en Brujas más tiempo del que inicialmente creía.