Historias cotidianas con final feliz: la espera y el truco

Frente a la puerta del supermercado, un perrillo espera impaciente. Una puerta automática de cristal separa la oscuridad que empieza a haber fuera, de la potente luz blanca del interior.
Alguien le habrá dicho que espere fuera mientras hace una compra rápida y el animal, menudito y peludo, ha acatado la orden pero no puede disimular su prisa y su desconcierto por estar ahí solo y parece dar saltitos cargando el peso de una pata a otra, moviéndose nervioso. Uno de estos movimientos es captado por el detector de la puerta, que se abre de par en par.
Sorprendido, el can se queda mirando fíjamente al interior de la tienda. La puerta se ha abierto, tal vez quiera eso decir que debe entrar a buscar a su amigo. Pero, por otro lado, tiene órdenes de esperar en la puerta, ya que a la gente no parece gustarle que los perros entren en algunos sitios.

Tímidamente, da un pasito adelante, tanteando el terreno. Nadie dice nada. Se anima a dar otro pasito que le deja justo en el umbral de la puerta, la cual ya no detecta tan pequeña presencia y emprende el camino de cerrarse. El perrillo no es capaz de reaccionar suficientemente rápido (“¿avanzo o retrocedo?”) y es sorprendido en medio de las dos hojas de la puerta que, al tocarle, vuelven a abrirse.
Tal vez agradeciendo la ¿suerte? de haber sido salvado de tan diabólico mecanismo en el último momento, el perrillo retrocede los dos pasitos avanzados y se sienta en su lugar original. Llegan más personas al supermercado, y la puerta se abre a su paso, pero ya no intentará volver a entrar. Tal vez si su amigo tarda mucho, tenga que retar a esa trampa con su velocidad y entrar a buscarle al lugar prohibido, pero por el momento permanecerá sentado.

Solo unos segundos más tarde un chico aparece por el otro lado de la puerta, que también se abre a su paso cerrándose al poco tras él. Los dos amigos se reciben con júbilo y marchan calle abajo, camino del parque.

Y a mi se me escapa una sonrisa de complicidad cuando el perrillo pasa a mi lado y me mira aun desconcertado pero feliz. Algún día entenderá el truco y yo también.