Historias cotidianas: Anónima

Con el pelo cayendo sobre los hombros y una cuidada pose de descuido, todo en ella parecía estudiado y a la vez enormemente casual. La forma en que tomaba el vaso que contenía su cerveza, o cómo recogía un cacahuete y lo llevaba distraída a la boca mientras escuchaba con atención a sus amigos.

La apariencia despistada, de magnífica ausencia, que costaba creer pues en cualquier momento podría despertar de su aparente sueño y emerger de él con el comentario más acertado.  También le costaba mantener sus manos quietas: sacudía la sal del cacahuete de la punta de sus dedos, se apretaba el labio inferior con el pulgar, se enrollaba un mechón de pelo en torno al índice.

Cómo abría los ojos cuando le contaban algo interesante, la enigmática sonrisa cuando no quería hablar más, el rubor cuando se convertía en el centro de la conversación…

Creo que si en lugar de irme hubiese seguido allí otros diez minutos, hubiese sido capaz de adivinar hasta su nombre.  Hubiese sido un buen truco de ¿magia?.