Encontrando diamantes en sueños

El otro día soñé con un niño que jugaba por una cantera. En una serie de recipientes se iban almacenando consecutivamente los diferentes materiales según su calibre. Arena, gravilla, grava, y así cada vez un poco más grande.
Pero el niño reparó en el que había depositadas unas pocas -quizás un par- piezas más grandes, irregulares, del tamaño de un puño, cual una granadina oscura.
Y, efectivamente, aquellas piezas parecían estar compuestas de otras más pequeñas, con una carcasa exterior que las envolvía.  Así, el niño se dedicó a abrir una de ellas para comprobar que el interior contenía otras piedras de color negro, pequeñas y mucho más regulares, que el chaval fue desgranando. En el corazón de aquella pieza, sin embargo, la última piedrecilla no era negra, sino traslúcida, y en su centro, un brillo especial le dijo a su intuición que aquello era un diamante.

¡Un diamante! ¡Había encontrado un diamante en aquella cantera!. El niño apretó fuertemente aquella piedra preciosa deseoso de contar su hallazgo a alguien, cuando un adulto apareció tras suyo, reprendiéndole por haber convertido una de aquellas escasas piezas grandes, en un montón de pequeñas piedras, como las que tanto abundaban en el contenedor de al lado.

El niño apenas escuchó los gritos, sino que exclamó emocionado “¡un diamante!¡mira, he encontrado un diamante!” mientras extendía la mano abierta, con su piedrecilla en la palma, hacia un adulto que, si le escuchó, no le hizo ningún caso y se marchó de nuevo dejándole solo con su diamante.  Porque aquella piedra tan bonita solo podía ser un valioso diamante.

Poco después, apareció otro hombre, quien dijo al chico que le habían contado que había encontrado una piedra muy bonita, que parecía un diamante y que, aunque seguramente no lo fuese, se la podía cambiar por unas cuantas monedas.  El chaval, un poco desconcertado, le respondió que prefería quedarse con *SU* piedra. Tal vez no valía nada pero a él le gustaba, era bonita y después de haber estado jugando con ella un rato, la apreciaba aun más. Volvió a apretarla en su mano, muy fuerte…

Más o menos ahí fue cuando me desperté.  Entonces tuve la sensación de que mi inconsciente había tejido esa fábula mientras dormía para decirme algo.