De listillos, imbéciles y cómo tratarlos: El rabino y el inspector

Ayer leí este chiste/fábula de casualidad en una revista que alguien se había dejado providencialmente abierta. Interesante moraleja:

Una vez acabado el año fiscal, la Agencia Tributaria envió un inspector de Hacienda para auditar los libros de una sinagoga.
Mientras los iba comprobando, se giró hacia el rabino y le dijo:

-Observo que compraron un montón de cirios- ¿Qué es lo que hacen con los restos de cera que gotean?

-Buena pregunta -dijo el rabino-

Las vamos guardando y las devolvemos al fabricante, y de vez en cuando ellos nos envían gratis una caja de cirios.

-¡Oh!, respondió el inspector, algo decepcionado con que su insólita pregunta hubiese tenido una respuesta tan buena, pero continuó con sus odiosas maneras-

¿Qué me puede decir sobre sus compras de galletas? ¿Qué hacen con las migajas?
-¡Ah, sí! -respondió el rabino, dándose cuenta de que el inspector estaba intentando ponerle en un aprieto con su absurda pregunta; las recogemos y las devolvemos a los fabricantes y de vez en cuando, nos envían gratis una caja de benditas galletas.

-Ya veo- respondió el inspector, estrujándose el coco para ver como podía sacar de quicio al sabelotodo del rabino-.

¡Bien rabino! y entonces, ¿qué es lo que hacen con los prepucios que van quedando de las circuncisiones que llevan a cabo?

-Pues aquí tampoco desperdiciamos nada -respondió el rabino-.
Lo que hacemos es irlos guardando y enviarlos a la Agencia Tributaria y de vez en cuando, una vez al año más o menos, ellos nos envían un capullo completo.

REFLEXIÓN DEL DÍA

Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia